/ martes 1 de diciembre de 2020

Apuntes | El Amor por la lectura, la Maestra y el Nobel 

Justo, el pasado 28 de noviembre dio inicio la Feria Internacional del libro en Guadalajara en su edición 2020 que va a concluir el próximo 6 de diciembre, qué mejor marco, qué mejor aderezo para enaltecer el amor por lo libros y ejercer esta acción ‘revolucionaria’ de conocer cosas y darle vida a la letras de cada autor.

Hace cinco años leí un libro maravilloso titulado: La Maestra y el Nobel, escrito por Beatriz Parga, obra literaria que narra el amor desenfrenado de un niño originario de Aracataca, Colombia. Quiero suponer que ya se han de imaginar de quién se trata. Por su puesto, Gabriel García Márquez y su descubrimiento del maravilloso mundo de las letras.

En este libro descubrí sensaciones que jamás había experimentado, y es que, quizás como les ha pasado a muchos, al momento de desnudar cada libro y desprenderle ese plástico ‘emplaye’ nos mata la curiosidad, nos carcome esa ansiedad de devorar al libro, de degustarlo, de saborear cada página. Esta obra literaria contiene 205 páginas y en sus primeras letras la autora expresó un agradecimiento especial ni más ni menos que al Premio Nobel de Literatura:
A Gabo, gracias por su confianza. A Rosa Ferguson, la maestra inolvidable de Gabriel García Márquez. Gracias por haberme enseñado que los sueños no tienen edad.
A Beatriz Carrizosa de Parga, mi madre y guía de juventud. Gracias por haberme enseñado a perder el miedo y a tener confianza en Dios.

A mis hijos Carolina y Sylvia Bayón y David Spiegel. A Dave y Luis, y a mis queridos nietos William, Jackson y Joshua Barrows, Sofía y Mateo Fajardo. Gracias por iluminar mi vida con su amor, su sabiduría y sus sonrisas.

“La primera mujer que me fascinó fue la maestra que me enseñó a leer”.
-Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura 1982-

En aquel pequeño poblado de Aracata, Colombia, un niño de apenas cinco años de edad vive fascinado por las historias que le cuentan su abuela y su maestra, Rosa Ferguson, quien le enseña a leer, a escribir y, con ello, lo encamina para que descubra su verdadera vocación: la literatura.

El primer día de escuela Gabito llegó de la mano de su madrina, Francisca Mejía. Lo habían peinado con linaza, se veía limpio y estrenaba zapatos. Llevaba puesto un trajecito verde que lo hacía parecer muy formal, vestido como para una gran ocasión. A Rosa no se le escaparía una observación, que le confió en secreto a su amiga, para que el niño no se sintiera avergonzado.
-La Maestra y el Nobel- Editorial SUMA. 2015. Primera impresión 2015.


En la página 27, Beatriz Parga relata que Gabito se dejaba guiar, sintiéndose feliz con la atención que Rosa le brindaba. A sus cinco años no podía entender esa sensación extraña que recorría su cuerpo frente a la presencia de su maestra. Rosa se había convertido en su gran motivación para ir a la escuela y en el estímulo para que en las tardes se esforzara en llegar a su casa a hace sus tareas, siempre impecables, tal y como ella le había enseñado. Al levantarse para ir caminando hacia la escuela se sentía dichoso, anticipando que su maestra lo esperaría a la entrada del salón de clase con su sonrisa cálida y sus acogedoras palabras de bienvenida.
-La Maestra y el Nobel- Editorial SUMA. 2015. Primera impresión 2015.

El idilio que sostuvo ese pequeño niño originario de Aracata Colombia, nos devuelve esa sensación de que aún es posible ser testigos oculares a través del tiempo y de la historia, de momentos épicos, de instantes llenos de luz y majestuosidad.

Hace unos días, mi hija, Samoa Rahel, de 11 años, que ya va en sexto grado de primaria, me dijo que había encontrado las respuestas que buscaba de una tarea en un libro, a lo que le respondí que, en efecto, todas las respuestas están en un libro.

Disfrutemos cada momento, cada cosa que hagamos, disfrutémosla, vivamos al máximo cada segundo que nos permitan peregrinar en esta hermosa aventura llamada vida, y si es al lado de un libro, mejor.

¡Gracias, y que Dios les bendiga!
Justo, el pasado 28 de noviembre dio inicio la Feria Internacional del libro en Guadalajara en su edición 2020 que va a concluir el próximo 6 de diciembre, qué mejor marco, qué mejor aderezo para enaltecer el amor por lo libros y ejercer esta acción ‘revolucionaria’ de conocer cosas y darle vida a la letras de cada autor.

Hace cinco años leí un libro maravilloso titulado: La Maestra y el Nobel, escrito por Beatriz Parga, obra literaria que narra el amor desenfrenado de un niño originario de Aracataca, Colombia. Quiero suponer que ya se han de imaginar de quién se trata. Por su puesto, Gabriel García Márquez y su descubrimiento del maravilloso mundo de las letras.

En este libro descubrí sensaciones que jamás había experimentado, y es que, quizás como les ha pasado a muchos, al momento de desnudar cada libro y desprenderle ese plástico ‘emplaye’ nos mata la curiosidad, nos carcome esa ansiedad de devorar al libro, de degustarlo, de saborear cada página. Esta obra literaria contiene 205 páginas y en sus primeras letras la autora expresó un agradecimiento especial ni más ni menos que al Premio Nobel de Literatura:
A Gabo, gracias por su confianza. A Rosa Ferguson, la maestra inolvidable de Gabriel García Márquez. Gracias por haberme enseñado que los sueños no tienen edad.
A Beatriz Carrizosa de Parga, mi madre y guía de juventud. Gracias por haberme enseñado a perder el miedo y a tener confianza en Dios.

A mis hijos Carolina y Sylvia Bayón y David Spiegel. A Dave y Luis, y a mis queridos nietos William, Jackson y Joshua Barrows, Sofía y Mateo Fajardo. Gracias por iluminar mi vida con su amor, su sabiduría y sus sonrisas.

“La primera mujer que me fascinó fue la maestra que me enseñó a leer”.
-Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura 1982-

En aquel pequeño poblado de Aracata, Colombia, un niño de apenas cinco años de edad vive fascinado por las historias que le cuentan su abuela y su maestra, Rosa Ferguson, quien le enseña a leer, a escribir y, con ello, lo encamina para que descubra su verdadera vocación: la literatura.

El primer día de escuela Gabito llegó de la mano de su madrina, Francisca Mejía. Lo habían peinado con linaza, se veía limpio y estrenaba zapatos. Llevaba puesto un trajecito verde que lo hacía parecer muy formal, vestido como para una gran ocasión. A Rosa no se le escaparía una observación, que le confió en secreto a su amiga, para que el niño no se sintiera avergonzado.
-La Maestra y el Nobel- Editorial SUMA. 2015. Primera impresión 2015.


En la página 27, Beatriz Parga relata que Gabito se dejaba guiar, sintiéndose feliz con la atención que Rosa le brindaba. A sus cinco años no podía entender esa sensación extraña que recorría su cuerpo frente a la presencia de su maestra. Rosa se había convertido en su gran motivación para ir a la escuela y en el estímulo para que en las tardes se esforzara en llegar a su casa a hace sus tareas, siempre impecables, tal y como ella le había enseñado. Al levantarse para ir caminando hacia la escuela se sentía dichoso, anticipando que su maestra lo esperaría a la entrada del salón de clase con su sonrisa cálida y sus acogedoras palabras de bienvenida.
-La Maestra y el Nobel- Editorial SUMA. 2015. Primera impresión 2015.

El idilio que sostuvo ese pequeño niño originario de Aracata Colombia, nos devuelve esa sensación de que aún es posible ser testigos oculares a través del tiempo y de la historia, de momentos épicos, de instantes llenos de luz y majestuosidad.

Hace unos días, mi hija, Samoa Rahel, de 11 años, que ya va en sexto grado de primaria, me dijo que había encontrado las respuestas que buscaba de una tarea en un libro, a lo que le respondí que, en efecto, todas las respuestas están en un libro.

Disfrutemos cada momento, cada cosa que hagamos, disfrutémosla, vivamos al máximo cada segundo que nos permitan peregrinar en esta hermosa aventura llamada vida, y si es al lado de un libro, mejor.

¡Gracias, y que Dios les bendiga!